Miedo a la oscuridad

Papá, papá, ¡enciende la luz!

 

¡Cuantas veces escuché esa petición a mi cielo, a mi hijo!. Y es que la luz y la oscuridad están asociadas a la tranquilidad o al temor en los niños.

 

Curioso, porque a medida que nos hacemos mayores, muchas de las personas asocian la oscuridad o la penumbra a la serenidad, al sosiego, a la reflexión y a la introversión en nuestros propios pensamientos. Pero en un niño es distinto. La oscuridad se asocia al temor, en principio casi de manera instintiva, pues en los lugares oscuros está todo aquello que un pequeño no puede ver o controlar. No puede tocar, alcanzar y manipular las cosas que están a su alrededor, y eso les inquieta, les produce una sensación de malestar que al final sucumbe en temor y a la inseguridad.

 

Pero hay una emoción que es aún más intensa a la del temor. Y es el MIEDO que ha convivido con el ser humano en toda su historia. Si cielo, el miedo ha sido siempre parte de la humanidad. Pero lo ha sido de forma natural. Sin embargo ha sido "la educacion" la causa del temor no natural, sobre todo cuando este miedo se llega a convertir en paralizante y bloquea aquello que deseamos hacer. Y ahí es donde unos padres deben de prevenir a través de la educación y el ejemplo, de forma que esa sensación natural de temor a lo desconocido no se convierta en sensaciones artificiales y construidas por aprendizajes erróneos. Acciones que ante la infancia les puede causar Miedo inducido.

 

Mi hijo.. esos ser que tanto adoro… Si, debo reconocerlo, tuvo miedo durante mucho tiempo, y posiblemente lo siga teniendo. En mis reflexiones sobre su infancia he llegado a reconocer momentos y sobre todo pautas educativas que vivimos, que son suficientes para explicar porque un pequeño ha prolongado su miedo hasta más allá de los 10 años.  Miedo a estar solo en una habitación, a tener que dormir acompañado, a no poder expresar sus sentimientos con libertad, a no poder realizar acciones “normales” por el miedo a adultos concretos.

 

En general las causas de esos miedos se generan a través de momentos como los conflictos entre los mayores que hayan podido implicar gritos, desprecios o actitudes hostiles de las que el menor haya sido testigo; o lo que es peor, cuando este niño ha tenido que dudar respecto a su lealtad inmerso en el conflicto.

 

Los menores como esponjas en el aprendizaje, asumen hacia sí mismos las situaciones hostiles, aunque hubiesen sido dirigidas hacia los adultos, y es tal el bloqueo emocional que lo asocian a variadas situaciones, porque esas sensaciones se generalizan a otras situaciones… y ahí aparece el “miedo”.  

 

El otro factor que llega a incentivar el aprendizaje del miedo es a través de pautas educativas por parte de los educadores o tutores del menor, referentes por ejemplo a la sobreprotección, cuando éstos les intentan apartar de todo elemento de la realidad que les puede traer la consecuencia del temor. Mantener esta actitud muchas veces supone un error educativo, puesto que la exposición del menor a esas situaciones de temor, si son bien explicadas y se le transmite al niño seguridad, al final el pequeño pierde el temor y las afronta. Hay una fina línea entre la educación y la protección, y los educadores infantiles (tutores o progenitores) debemos saber distinguirla.

 

Recuerdo respecto a mi hijo que algunos juguetes, por el ruido que hacían o los muchos mecanismos luminosos que tenían para su funcionamiento, le causaba inicialmente rechazo y temor. El acercamiento progresivo a ese juguete, sin que ocasione impactos, llevaba a que se adaptase, y que al final llegase incluso a jugar con él. Sin embargo, la sobreproteccion a su temor inicial, no permitiéndole un acercamiento progresivo al juguete que le causaba temor, incentivaba que este llegue a convertirse en un miedo continuado, de manera que nunca lo afrontaría, y lo que es peor, podría asociar ese miedo a un juguete concreto a otros con similares condiciones.

 

Pero sin duda, lo que es frustrante en el miedo son los ejemplos que les damos los mayores a los niños. Imaginaros un niño que está en brazos de su madre, quién en ese momento está discutiendo con el padre. Y en un instante de brusquedad y rabia, esa madre suelta al menor por el aire, y el padre tenga que recogerlo al vuelo. ¿No creeis que esa situación en un niño puede ser tan cruel que le llegue a causar un trauma que perdure en su infancia e incluso en su madurez?. Lamentablemente no se trata sólo de una experiencia hipotética, es real. 

 

Cuando ese tipo de actitudes se repiten como son los gritos deuna madre, insultos o incluso pegar bofetadas a alguno de sus hermanos en presencia del niño,  el impacto emocional en éste genera un sentimiento de bloqueo, de temor, de zozobra incluso, que queda como anclada a los recuerdos… y aún difuminándose éstos en el tiempo, lo que no desaparece es la INSEGURIDAD que todas estas conductas repetitivas de brusquedad en presencia del menor hicieron mella en él.

 

Hay otro elemento que muchas instituciones y centros sociales intentan esconder. Y es cuando se les induce a los menores por parte de una madre  los “miedos irracionales” hacia el otro progenitor; lo que se llama la "alienación". Cuando se le dice por ejemplo: ¡papá es malo, pegaba a tus hermanos, me pegó a mí, con él no serás feliz, él es aburrido, no se preocupa por tí, no te quiere…!. Porque aunque el niño haya tenido la oportunidad de constatar que con el papá era feliz, estaba alegre y recibía amor,  sin embargo esas manifestaciones de temor en el niño (y más si éste es alguien con miedos inducidos desde la infancia) al final se convierten en problemas de inseguridad, y llegan a fantasear sobre lo que la madre le haya dicho sea “REAL”, confundiendo realidad con fantasía y produciéndose esa alienación en el hijo hacia el padre. 

 

Aqui va un ejemplo: ¿podéis llegar a pensar que la madre de un pequeño le traslade una historia de maltrato inventada y supuestamente acontecida con su padre cuando el niño tenía un par de años, y aunque éste no lo recuerde, el niño llega a imaginar que ha sido verdad teniendo ya 9 o 10 años?. Es más frecuente de lo que parece, tristemente, y genera muchos miedos irracionales en los niños. Un miedo inducido por una progenitora que, consciente o inconscientemente, tiene por intención el apartar a un hijo de su padre. Lo cual no es extraño cuando se entienden las raices del "odio y del rencor" en parejas o exparejas en conflicto.

 

Ideológicamente los sistemas institucionales y sociales refieren este tipo de vicisitudes de los niños asociadas única y exclusivamente  “maltrato del hombre a la mujer”, lo que denominan -desde mi opinión de manera equivocada- la "Violencia de Género", pues omiten que lo mismo puede ocurrir en la dirección inversa -de mujer hacia hombre-. Y ciertamente, esta denominación que sirve a un exclusivo análisis de la realidad desde el “feminismo” empequeñece la realidad. Porque la ideología del “género” está asociada al análisis de un ángulo del maltrato, y olvida y oscurece otras realidades igual o más dañinas para los menores. Hay muchas madres que también causan estragos en sus hijos, que les  generan miedos infantiles asociados a sus actitudes de maltrato. Existir, existen, y no se pueden hacer invisibles estas realidades, pues como decía, el odio y el rencor no son patrimonio ni exclusividad de uno de los sexos, o dicho de otra modo, la maldad no tiene sexo.

 

Por ejemplo, es un hecho objetivo y estadístico, que el mayor índice de malos tratos hacia la infancia en el ámbito familiar es de las madres con sus hijos; y la respuesta a esta situación tiene una clara explicación: son también las madres las que pasan más tiempo con los niños, y las que por imperativo legal tienen un mayor número de custodias monoparentales. Curioso por otro lado en aras a la “igualdad de género” (que no es lo mismo que la igualdad de oportunidades) que no se considere la Custodia Compartida como un imperativo después de separaciones y divorcios, para que el menor tenga como referentes a ambos progenitores. Sería así más probable el prevenir conflictos de lealtades y manipulaciones de una de las partes.

 

Al parecer, la IGUALDAD no ha llegado al compromiso que en equidad deberían tener papá y mamá con un niño, una vez se ha producido la separación, que tan traumática es para un menor. Necesitamos más cultura en igualdad, y más tiempo para que ésta se aplique de manera real y práctica, desprovista de prejuicios ideológicos feministas o machistas, pues ambos "ismos" son extremos que no ayudan a la verdadera igualdad.

 

Los miedos infantiles que se describen con pesadillas nocturnas, el no poder llegar a la fase del sueño sin luces que les acompañen, o tener que dormir de forma continua con los padres… en muchos casos devienen de los temores que han sido inducidos por los mayores, por imitación, aprendizaje, o bloqueos emocionales en el contexto familiar.

 

Sobre estas reflexión acerca del "miedo" se pueden llegar a conclusiones muy interesantes.  Desde la armonía familiar, la comprensión, el respeto, la tranquilidad, la paciencia… es posible que lo que es natural en la infancia como son los “temores” fruto de reacciones normalizadas ante lo desconocido, no lleguen a transformarse en miedos bloqueantes que frenen el aprendizaje en libertad.

 

Es algo que en la actualidad mi mujer y yo estamos construyendo con nuestro hijo pequeño. La generación de un clima de libertad y amor, con criterios de protección y seguridad necesarios también, pero sobre todo que los temores no se conviertan en pautas educativas que hagan aparecer el “miedo paralizante”. Y eso lo logramos actuando como padres "ejemplo de personas con valores". Es decir, ejemplo de relación basada en el afecto y el amor, y sobre todo que un niño se sienta seguro en su ambiente y con capacidad de afrontar las vicisitudes a medida que progresa en su desarrollo de forma más autónoma y libre.

 

Espero cariño mío que tú puedas algún día entender tus propios miedos interiores, y sanarlos con actitudes y conductas de amor, que tengan el valor suficiente para ser Libre en la expresión de tus emociones, respetando siempre a los demás desde  un profundo respeto a tí mismo. Papá ya no puede ayudarte en este momentos, y no por no querer, sino por lo que supone un bloqueo imperativo y de incomunicación contigo decidio por quién desconoce nuestro amor.  Pero no lo dudes nunca, es el mayor deseo que tengo para tí. Te quiero, y confío que lo lograrás.

 

Papá.

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