Papá, ¡¡cuántas estrellas en el cielo!!

 

No puedo dejar de dibujar una sonrisa cuando pienso en un niño con un libro entre las manos mirando las imágenes de los planetas de nuestro sistema solar. Me recuerda a tí cariño mío.

 

 

Sonrio porque recuerdo que no necesitabas leer el significado de cada planeta para intuir la fuerza y la grandiosidad del Universo. Esa idea de: "una imagen vale más que mil palabras", se aplica perfectamente en ese momento en que fijabas tus ojos en el libro.

 

 

La imaginación vuela más si cabe con lo que observamos del “más allá” de la tierra y del cielo que transitamos a diario. Y un niño puede imaginar hasta los límites de la fantasía. Esos límites que después de ver y leer algunos de los libros de cosmología para niños, nos llevaban por la noche a tí y a mí a viajar entre el espacio, como si fuésemos viajeros del tiempo. ¡Bendita imaginación!.

 

 

Viajes en los que mezclábamos las imágenes y fotografías de los libros con aquellas películas como la Guerra de las Galaxias. Nos creíamos Obi Wan y Sky Walker al mando de una nave, con tan solo estar metidos entre las sábanas de una cama. Arrancamos los motores –mientras encendíamos una pequeña linterna que hace de "luz interestelar"-, y nuestra imaginativa nave volaba hacia los mundos que deseábamos. Nada se nos resistía en el viaje. Todo tenía solución, y llegábamos donde deseábamos. El mundo de los dinosaurios, de los monstruos, de la risa, del cine, de los amigos… todo tipo de universo era posible, y nos hacía soñar, crear y construir realidades con las que siempre esbozar una sonrisa, y si acaso una sorpresa al jugar.

 

 

Y es que no hay nada como la mente de un niño como tú lo eres para retornar a nuestros mágicos orígenes. Esos en los que se conjuga la realidad con la fantasía, y que de verdad creo que son nuestra esencia, y ¡quién sabe!, significar la conexión con lo trascendente. Nosotros, los mayores, somos quienes dotamos de un realismo equivocado y materializamos lo que es realmente importante, haciéndolo insignificante. ¿Sabes por qué lo pienso así mi vida?, porque me acuerdo mucho más de nuestros juegos en la imaginación, volando con nuestra nave espacial, que los muchos trabajos o responsabilidades como adulto, que al final siempre se me olvidan. Y si lo recuerdo, si le doy esa importancia en lo más privado de mi ser, es que fué más esencial. No andabas equivocado en tus sueños y fantasías compartidas con el papá.

 

 

No sé ahora como serán tus sueños al no poder verte, o mejor dicho, no puedo saber como juegas, como imaginas y vuelas con tu fantasía. Pero queda mi esperanza y mi fe que nunca dejes de ser niño completamente.  Solo quiero creer que esa parte  tan hermosa en tí como es la conexión con lo mágico no desaparezca nunca. Que lo sepas guardar a pesar de los pesares, y sobre todo proteger de la gente con mirada oscura. Tal vez, en algún momento “sin tiempo” volvamos a poder compartir la magia y sorprendernos con las estrellas, los planetas del cielo, sin miradas oscuras que nos priven de ello.

 

 

Y la reflexión final que quiero mandarte allá donde te encuentres es sobre el recuerdo de aquellos momentos que pasamos jugando juntos en nuestra nave: "sobre lo intrascendente que es este mundo material y absurdo que construimos los adultos con nuestras quimeras". La excesiva importancia que esas personas "mayores" le dan a lo insignificante como: el hecho de pretender tener razón, ganar dinero, competir a costa de cualquier precio, dedicar tiempo a los que no lo merecen, discutir con gente que no escucha, dejarse perturbar por las críticas, ignorar las pequeñas cosas que nos dan significado en la vida, centrarse en lo material y descuidar los afectos. 

 

 

El Universo es demasiado grande, con mucho por descubrir, ¡tantas emociones por compartir!, para perderse en una amalgama sin sentido de la humanidad mutada y materializada.

 

 

Papá quiere darte un consejo lanzado al viento, si me lo permites algún día, y es que sigas los pasos de tu propio camino para tocar las estrellas, que nadie te prive de intentar alcanzarlas y que no te preocupe en demasía si no lo lograras, porque la vida es ese trayecto hacia ellas. Que el caminar sea quién te ocupe y no las metas que  dictan los mayores. Que tu adolescencia sea un giro hacia la libertad y no hacia la esclavitud de ser igual a los demás. El Cosmos es demasiado hermoso y diverso para ser un simple clon de otra persona, pensamiento, sentimiento, razón o meta. Eres aún un niño, eres único, y como niño que eres foras parte de la grandiosidad de ese gran cielo estrellado que NO TIENE LÍMITES.

 

 

Allí, en el confín de lo ilimitado, siempre estaré a tu lado,

 

 

Te quiero.

 

 

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