Pisando charcos

¡Hola mi cielo!.

 

Hoy llueve, y me vienen a la memoria momentos preciosos a tu lado. Y me pregunto al repasar esos recuerdos contigo: ¿por qué los niños “meten la pata” en el más menudo charco de agua que puedan encontrar?.  Verdad que tantas veces has llegado a casa con los zapatos mojados, y por mucho que dijese, ¡no pongas los pies en los charcos!, lo hacías. Y ahora sé por qué.

 

Cuando somos niños, aquello que nos es prohibido por los mayores nos llama la atención. Queremos comprobarlo, catarlo, verlo o sentirlo por nosotros mismos para saber que hay detrás de esa prohibición. Y es que la curiosidad en un niño es uno de los recursos fundamentales de su aprendizaje. Así que, ¡no te metas al agua!, pues no…¡¡ allá que va un niño para ver qué ocurre con la sensación de tener los zapatos y los pies mojados!!. Y es que después se sienten más fuertes, más poderosos, pues para ellos la fuerza y el poder reside en divertirse, sonreír, experimentar.  ¡¡ Cuanto echo de menos verte entre los charcos mi niño!!.

 

 

Esos días de lluvia tienen un encanto especial. Dicen en las escuelas y en las familias que los niños os ponéis más inquietos, que estáis más revolucionados. Y yo creo que no es cierto. Pienso que son los padres, los cuidadores y los profesores los que lo están. Porque quieren controlaros entre habitaciones y salones cerrados. En su afán de protegeros de la lluvia, os mantienen recluidos y limitados a la falta de aventura. Queréis experimentar, conectaros con la lluvia, ver mojarse lo que hay alrededor, y si es necesario mojarse vosotros. Pero ¡en aras a vuestra seguridad no os dejan!. Y es comprensible, la salud y la seguridad desde hace mucho tiempo están por delante de la libertad en los valores sociales. Una verdadera pena.

 

 

Pero vosotros os resistís, y aún se pueden ver llegar a casa niños con las cabecitas mojadas, los calcetines empapados, los zapatos para secar… y a pesar de las regañinas, vosotros lo volvéis hacer, hasta que os vencen, hasta que os controlan, hasta que os meten el miedo en el cuerpo de que la lluvia puede resfriar, provocar accidentes, o mojar la ropa…  hasta que nuevamente van cortando más plumas de las alas de vuestra libertad.

 

 

¿Sabes qué cariño?, creo que la libertad es mucho más interesante que la protección, sin restarle importancia a esta última. Pero creo que vivimos en un mundo de sobreprotección limitante. Me gustaría verte saltar bajo la lluvia, porque somos parte de ella. Nos atrae el agua, nos inspira, nos hace ser más nosotros mismos.  Los mayores ahora solo tienen la opción de quedarse detrás de las ventanas viendo la lluvia rociar los cristales, observando la hermosura del cielo llorar. Pero tienen miedo a mojarse, un miedo aprendido, para nada natural.

 

Así que, este es el mensaje que quiero trasladarte: ¡¡ mójate en la vida ¡!, mójarse no solo con el agua de la lluvia, sino  por aquello que se ama, por lo que merece la pena luchar, por lo que se quiere ser libre; en definitiva por lo que vale la pena llegar mojado habiendo dicho: ¡¡ he sido yo mismo!!.

 

 

 

Papá se moja por tí, y te digo: te amo cada día de vida.

 

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