Pequeñitas Cosas

Hay algo cariño mío que siempre me fascinó en tí, y es como te fijabas en las “pequeñas cosas”. 

 

Has podido, por fortuna, tener la posibilidad de tener buenos juguetes: coches, bicicletas, consolas, todo tipo de máquinas de entretenimiento, viajes programados… pero a la hora de la verdad, cuando te ibas a dormir, te aferrabas a una pequeña bolita de cristal –las canicas-, a un cuento viejo, a una piedra que te llamó la atención encontrada en un camino… pequeñas cosas que te hacían sentir bien.

 

Es curioso. Me hace pensar la gran importancia que las personas mayores le damos a “las grandes cosas”. Tener un buen trabajo, un coche, una casa, una pareja, un piso en la playa o un chalet, y así vamos construyendo nuestras vidas a través de “grandes cosas” que en muchas ocasiones no son las que esperábamos.

 

¿Dónde dejamos esas “pequeñas cosas” que tanto nos ilusionaban en nuestra infancia?. Cuando éramos pequeños eran esas cosas menudas las que nos hacían entretenernos, pasar el rato jugando, imaginando mundos o situaciones divertidas, las que nos provocaban el arte de la curiosidad, tan necesario para evolucionar.  Pero también hemos sido los adultos los que hemos educado a nuestros menores a apreciar las grandes cosas, a abandonar la imaginación y hacerlos realistas y prácticos. Les hemos enseñado a que tienen que ir a la escuela, aprobar, competir, ganar, ser los mejores, pero pocas veces tomando como referencia las propias opciones personales, y sí las que creen la mayoría social, porque tenemos que ser IGUALES QUE LOS DEMÁS.

 

Es por eso que aunque ya no te pueda observar desde tu infancia como cojes  piedras por el camino, como coleccionas cromos, o guardas pequeñas cartas, como sonries ante muecas divertidas....sí he tenido la oportunidad de haber visto tu pasión por las pequeñas cosas, y eso queda en mi recuerdo. He visto que gracias a ellas has soñado, imaginado y tenido la opción de disfrutar de lo que “no vale dinero” o “no tiene un valor material”, simplemente el que le das para ilusionarte en algo que te produce sorpresa y pasión.

 

No puedo asegurar seguir enseñándote a que no abandones ese don, ese privilegio de tu niñez para apreciar lo pequeño. No amor mío. Ni siquiera puedo decirte que tengo esperanza en que sigas manteniendo esa fuerza y valor de tu infancia que es la PUREZA; sencillamente porque no estoy a tulado, y no manejo esa posibilidad en estos momentos.

 

Sin embargo mis cariño, sí puedo decirte que tu papá escribe pensando en tí, que siempre encontrarás en tu interior el “niño que llevas dentro” si se valoras los pequeños detalles: "si eres capaz de observar como se mueven las hojas con la brisa del viento, como luce un río con los rayos del sol, como el cielo está estrellado, como huele la lluvia, como camina una hormiga detrás de otra llevando un trozo de alimento…". Sí mi amor, en esos momentos estarás acudiendo al espacio de la infancia, ese que  permite liberarse de las cadenas de la esclavitud moral sobre lo que “debemos de hacer”, ese espacio que te permitirá ser lo que realmente siempre has querido: "tú mismo, con humildad y sencillez, sintiendo cada momento que pasa como si fuese el único".

 

Así que mi cielo, mientras puedas “nunca dejes al niño que llevas dentro”… porque él te conducirá por EL PUENTE HACIA EL INFINITO AMOR.

 

Papá, ayer, hoy y siempre.

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